Madre Coraje

Conchi
Se llama Nati y es mi madre. Desde pequeña me ha llevado a todos los médicos que podían hacer algo por mí, porque yo nací con parálisis cerebral a los cinco meses de gestación. Me dieron por muerta, pero yo ni quería ni quiero morirme y mi madre lo sabe.
Los médicos no sabían qué hacer y llamaban a lo mío parálisis infantil.
Me operaron de los abductores, y me lo tenían que haber hecho parcial, pero me lo hicieron total. Así que ya nunca pude ponerme más de pie. Cuando yo tenía 3 años, en La Paz le dijeron a mi madre que el que me había desarreglado que me pusiera otra vez bien. Mi madre pidió el alta porque estaba desesperada, llorando porque yo era una niña pequeña y nadie le daba ninguna solución para que yo anduviera.
Me llevó a casa con un palo entre las piernas y yo llorando porque, claro, me dolían las ingles y no me podía sentar bien porque tenía las piernas separadas con ese palo.
Mi madre me llevaba a todos los gimnasios que había en ese momento por Madrid, y allí no me hacían casi nada. Hasta que alguien le dijo que entrara para ayudarme, y ella me hacía la gimnasia.
Cuando ya tuve 25 años, vomitaba todos los días sangre digerida. Pesaba 33 kilos y todo lo que comía lo devolvía. Los médicos decían que era cosa de mi cabeza y mi madre decía que tenía que ser otra cosa más gorda. Me llevó al Hospital Clínico de San Carlos y allí me operaron de las muchas úlceras que tenía en el estómago. Es donde conocí a los cirujanos de los que he estado enamorada toda la vida.
El otro día llamé por teléfono a mi tío y no me lo quiso coger. Al rato él llamó a mi madre, y le dijo que no le molestase sin necesidad. Cuando mi madre me lo contó pillé un cabreo que me dije: “este décimo me lo quedo yo”.
Porque yo llamé a mi tío para decirle que tenía un décimo de lotería para él y, así, con la excusa poder verle. No le llamaba para que moleste a mi madre con monsergas, que me llame a mí si tiene que decirme algo. Él se pensaba que quería recordarle la televisión que me prometió para mi santo, que es mañana. Pues sí, si se tercia, se tercia, pero yo le llamaba por verle y hablar un poco con él, que no le veo desde las navidades pasadas.
Mí me ha dolido que no quiera hablar conmigo, pero me ha dolido más que se lo tenga que decir a mi madre, porque ya no nos comunicamos como antes, aunque sea por teléfono. A lo mejor está mosqueado porque yo sólo le llamo para pedirle favores: me ha comprado la grúa y la silla eléctrica, me ha organizado las vacaciones de los últimos años, e insistió hasta conseguirme la plaza fija en el CAMF cuando se murió mi padre.
Hace 21 años que murió mi hermano y mi madre lo pasó muy mal porque fue como quitarle un cacho de su vida. Pero salió adelante a fuerza de no pensar mucho. Mi madre se lo echa todo a la espalda, y a correr.
Cuando se le murió el marido, mi padre, tuvo que hacer de padre y de madre conmigo y tirar más adelante todavía, que yo no sé de donde saca las fuerzas, pero ahí está cada día, a mi lado, para lo que necesite. Todos me tienen envidia en la residencia por tener una madre así, tan corajuda y tan buena.
Y sigue luchando, luchando y luchando. Y a mí se me cae la baba escribiendo de ella.

No hay comentarios: