Sentada del 28 de enero de 2010

MUJERES QUE LUCHAN
MaryMar y Adredista 7
Hace unos cuantos años tenía yo dos compañeras. Vivíamos juntas en Getafe y trabajábamos en la misma joyería. Nos llevábamos muy bien.
Las joyas de la tienda en la que trabajábamos eran muy bonitas, pero muy caras, y nosotras no teníamos dinero para comprarlas. Nos gustaban tantísimo, que nos propusimos conseguir el dinero para tenerlas.
Hicimos un plan: atracaríamos a gente en la calle. Lo hacíamos muy bien: nos desplegábamos alrededor de un banco y una de nosotras, cuando veía salir a alguien con un fajo de billetes, se acercaba a la persona elegida, simulaba que tenía un mareo y le pedía ayuda. Mientras tanto, otra de nosotras se acercaba con cuidado y le sacaba del bolso el fajo de billetes. Llegaba hasta la tercera, que la esperaba con el coche en marcha. Le daba el dinero y salía disparada. Nos citábamos de vuelta en el piso de Getafe y allí nos repartíamos el dinero.
Con esta pasta nos comprábamos las joyas. Pero nos encaprichábamos cada vez de más joyas y teníamos que seguir robando para comprarlas. Hasta que organizamos un atraco a un banco. Nos metimos en uno que estaba cerca de casa y nos cubrimos la cara con unas medias para que nadie nos reconociera. Encendimos el casete y empezó a escucharse una grabación que anunciaba con voz grave que esto era un atraco y que depositasen todo el dinero en los sacos que llevábamos. Además, avisaba que si alguien quería salir del banco antes de media hora explotaría una bomba que habíamos colocado justo en la puerta de salida. Y cuando terminaba la grabación, volvía al principio. Nosotras cogíamos el dinero y salíamos echando humo.
Para no llamar la atención, seguíamos trabajando en la joyería. Ya no sabíamos donde guardar el dinero. Como no queríamos llamar la atención, pues tampoco podíamos comprar más joyas, o terminarían sospechando de nosotras.
Hasta que un buen día se nos ocurrió, por fin, atracar la joyería. Nos cogimos todas las joyas de la joyería, las que nos gustaban y las que no, y nos dirigimos directamente al aeropuerto, con el pasaje para Punta Cana. Lo habíamos organizado muy bien, nos cambiamos de identidad y ya no nos vemos, pero cada una por su lado nos estamos dando la gran vida. ¡Se siente!



VACAS Y BURROUGHS

José Luis
Hoy me viene a la memoria el día aquél que me disgusté con mis padres porque me querían llevar al pueblo contra mi voluntad. Mi madre insistía:
–Tienes que venir con nosotros porque no te puedes quedar solo en tu silla de ruedas.
–Mamá –le dije– comprenderme un poco, allí sólo hay personas mayores y algún burro y una vaca espantándose las moscas. Y yo en Madrid tengo un grupo con el que la paso muy bien.
–Ya lo sé –me respondió ella– pero tu padre quiere ir al pueblo a jugar la partida de dominó con los amigos y sólo dispone de los sábados. Además, no querrás que deje plantado al compadre y a Filiberto, que desde que enviudó se siente muy solo.
–Y yo qué culpa tengo de que el Filiberto se haya dedicado a la botella más que a cuidar de su mujer enferma.
Mi padre, que nos oía desde el salón, me mandó callar y me lo dijo. En realidad, me lo repetía:
–Filiberto será muy borracho pero tenía razón: Dios nos castigó contigo. Y te vas a venir quieras o no.
Ese día, el burro decidió que no había partida de dominó: rompió la valla y fue a abanicarles las moscas a unas yeguas que andaban en celo. La partida de dominó se fue al carajo porque a Filiberto se le cortó la borrachera con el espectáculo.
Fue uno de los días más divertidos de mi vida, gracias al burroughs.



LA DIGNIDAD
Laura y Adredista 1
Toda persona, tanto si es residente como si es cuidador, debe ser respetada siempre.
Creo que la dignidad es lo más importante del ser humano. ¿Qué hacer si una persona ha perdido su cabeza o no controla sus esfínteres? Entiendo que ha perdido mucho, pero conserva su dignidad.
A las cuidadoras –pienso yo– les cuesta mucho quitar las deposiciones que se hacen encima los residentes. Sin embargo, tienen que hacerlo porque el residente lo necesita para estar limpio y evitar que se le formen escaras.
Sé de un residente que no se controla y llama con mucha frecuencia a su cuidadora. Si está de turno la que más se enfada, él intenta retrasar la llamada, por miedo. Pero, después de haberse aguantado un rato, termina por llamarla y ya se ha hecho varias deposiciones, está totalmente perdido, mucho peor que si hubiera llamado al principio. Y la cuidadora se enfada ahora mucho más que antes.
La conclusión es que por el mal humor de una salen perjudicados dos. Ninguno habría perdido la dignidad si la cuidadora fuera una persona de buen carácter.
Es curioso que la dignidad de una persona dependa de un algo tan sencillo como limpiar la caca a tiempo.

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