Sentada del 26 de noviembre de 2009

EL VIAJE
Carmen
¿Quién no ha soñado con liberar a Cristo de la cruz? Pero yo tuve que soñar también con la cinta transportadora que nos acercaría a mis amigos y a mí hasta el madero. Soy coja desde mucho antes de que existieran las cintas transportadoras y por eso que, cuando vi la primera en el aeropuerto de Barajas, estaba segura de que al final me esperaba la cruz.
Pero, para viaje, el que me dieron los de mi grupo de voluntarios un día que, después de hacerme subir un montón de escaleras medio en volandas, era para ver una imagen vieja, retaca, fea, con unas palomas alrededor, y negra que no sé por qué la llamarán la moreneta, en vez de llamarla la senegalesa, por ejemplo, como a ese africano que han disecado en un museo no muy lejos de allí. A esta negra la cantaba incluso una escolanía. Fue el mismo día en que una de las voluntarias perdía a la mami y al hermano en un accidente de coche.
Más alucinante fue todavía el viaje a un museo lleno de cunitas que eran cisnes con la cabeza de la mujer del artista que había hecho aquello, una mujer que le era infiel o, por lo menos, que se lo hacía con todo cristo, consentida o no. El piso superior, y después de subir con mi silla por una escalera de caracol de madera sin barandillas, con gran riesgo para nuestros porteadores, estaba todo lleno de lavabos en el techo –parecían los lavabos del trapecista– y de cristales con reflejos verdosos.
Para cuelgue, no sé ya cuándo, cuando pasamos por un sitio lleno como de bancales por donde pasaba el agua formando grandes cuadrados, a lo que llamaban Nueva Venecia. Y me metieron en una especie de barco muy estrecho –hasta tuvieron que hacer una prueba por si no pasaba mi gorda culera, pero pasó– y dentro del barco había algunos peces exóticos en cajas de cristal, hasta tiburones.



DOS VERSIONES DE AMOR
Isa
1ºversión
Era un amor tan violento que dejaba su corazón agotado de placer. Su corazón se había vuelto loco y bombeaba puro placer. Disfrutaba del sexo como nunca en su vida, se sentía afortunada, pero sólo cuando conseguía desconectar la alarma en su cerebro. La profesora vestía su cuerpo para enseñarlo, generalmente con la falda muy corta, la camiseta muy ajustada y un chaleco que remarcaba más si cabe sus tetas, con las sandalias adornando el final de esas piernas de vértigo. Por su melena crespa y ondulada como un campo de trigo, así la distinguía sin embargo su alumno entre la riada de gente que entraba al instituto cada mañana, más cerca de las nueve que de las ocho y media. El cuelgue de este chico era total, no veía otro cuerpo que el de su profesora de Lengua, no veía otra melena. Desde el día en que hicieron el amor por primera vez, nerviosos, clandestinos, en el despacho del director, Aquí nadie entrará, el director está en la Consejería, había dicho ella, el alumno no se lo podía creer. Y desde aquel momento no se hacía más que preguntas. ¿Por qué ella sabe que el director no está? ¿Y por qué yo, que soy un pringao? ¿Pero esta tía me quiere? No hay peores preguntas si lo que deseas es disfrutar del amor. Los celos envenenan el placer.










2ºversión




Su amor fue tan violento
que agotó su corazón
afortunado, bombeando placer,
la profesora disfrutaba del sexo
como una adolescente
con su amante, con su alumno,
desnuda, sudando,
ansiosa, en plenitud,
amor de mediodía era este amor
y crecieron las sombras,
es así, es así,
y crecieron los celos
y creció la culpa
y no habrá flores
para ocultar los besos
y hubo pasión
y hubieron lágrimas
y habrá recuerdos
de un fracaso.


RECUERDO QUE...
MaryMar y adredista 7
Recuerdo que el otro día, al salir del comedor, me llevé una gran sorpresa: Allí estaba esperándome mi hermana Paloma. Había venido sola, había dejado en su casa a su marido y a su hijo Pablo. La saludé con mucho cariño. Me sugirió que llamásemos a mi padre. Lo hicimos, pero estaba durmiendo y no se puso al teléfono. En cambio, sí se puso mi madre. Lo primero que me dijo la muy pesada es que comiese bien. Le respondí que no se preocupara, que comía suficiente. Luego subimos a mi habitación a dejar lo que me había traído: ropa interior, champú, varios frascos de colonia.. Dimos un paseo al parque más cercano. Cuando llegamos y vimos los columpios se acordó de su hijo, pues a él le gustan mucho. Estuvimos hablando de él, ya tiene cinco años. Va al colegio y le gusta mucho, sobre todo la clase de expresión artística. Me trajo una pintura que había hecho. Tiene muchos colores y es muy alegre, como él. El tiempo no acompañaba, pues hacía demasiado viento, por eso volvimos al centro y seguimos charlando en el hall, después de colocar el dibujo en mi habitación. Al llegar la hora de la cena me dejó en el comedor. Le dije que le diera recuerdos a mis padres y un beso a Pablo.
También recuerdo que, cuando mis padres se hicieron mayores y no podían ocuparse de mí, buscaron un centro de minusválidos en La Fortuna, que estaba cerca de donde vivíamos. Yo estaba acostumbrada a vivir con mis padres y me costó trabajo integrarme con el resto de compañeros, que eran muchos, pero recuerdo que la amistad con Juan, uno de ellos, me ayudó a superarlo. Era un muchacho muy alegre y además un charlatán. Hablaba con todo el mundo. Era un buen compañero. Su mesa en el comedor estaba algo lejos de la mía y no hablábamos demasiado allí, pero con un poco de compañía me bastaba.


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