Doña Sonrisa

Laura y adredista 1
Afortunada de mí que tengo este Taller de Escritura, donde me exprimo a tope. Hoy, a su hora, vino Gerardo a buscarme a la peluquería, que estaba arreglándome las uñas porque soy muy coqueta. Una quiere estar siempre bien a la vista de los que me rodean.
Es una suerte vivir aquí y tener este taller. Me llena de ánimo a pesar de la esclerosis, por estar rodeada de tanta belleza. Así voy pasando el tiempo, año tras año, llenándome mi vida de las pequeñas cosas que recibo de las personas y de la naturaleza.
“Ya llegó Doña Sonrisa”, dicen algunos al saludarme. Porque es verdad, porque ante las caras serias de la gente que me encuentro siempre muestro mi mejor sonrisa. Y ellos se van alegrando poco a poco de mis atenciones, aunque algunos tienen una cara que... no es posible.
En los paseos de las tardes con mi amiga Laura, también me lleno de los pequeños detalles que me brinda la calle. Un jardinero endereza un pequeño pino con una guía para que crezca derecho y yo ya lo veo un gran árbol con la copa frondosa y ya los pájaros han hecho en él sus nidos. Es primavera y miro cómo van brotando las pequeñas flores y ya me imagino toda la pradera del parque como una alegre alfombra de distintos colores.
Una brisa de aire suave me está diciendo que no cierre los ojos y que observe todas las pequeñas cosas, las más insignificantes, que son la base de la vida.

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