Sentada del 5 de marzo de 2009








CABALLITO DE MAR
Iñaki




Era un caballito de mar
y no tenía que pensar.
Pero sí pienso, porque
soy un caballito de mar
que nunca ha visto el mar.


La siesta interrumpida
por un griterío
de mujeres cotillas,
han roto mis sueños,
malditas sean,
ya no hay solución.

Alguna vez pensé en casarme,
alguna vez pensé en equivocarme,
qué pena, ni me casé ni me equivoqué.

Treinta y dos acordes
para la guitarra,
treinta y dos palabras
para esa mujer
que la acaricia.

Este hombre tropezó,
este hombre se cayó y se levantó,
y cuando por fin se despertó
continuaba enamorado.

Se mintieron una noche
y cambiaron la felicidad
por ese rato de hipocresía.




LA CRISIS
Carmen
Jonathan se pasa la vida tumbado en el sofá y su madre desde la cocina le gritó de nuevo:
–¡Jonathan! Ya podías recoger un poco tu habitación, en vez de hacer sofating. Hace un año que no das un palo al agua.
–Calla, vieja, no te rayes, que estoy viendo el partido. Y ya tengo bastante disgusto, que pierde el Atleti con el Oporto.
–El Atleti es que has cateado siete otra vez, como el primer trimestre. Podías centrarte un poco, que has cumplido 16 años.
–Ya sabes que yo no voy estudiar, me voy a colocar de mecánico en el taller del Pelos, que me va a enseñar a derrapar.
–Claro, y a mangar coches, como ha hecho él toda su vida.
–El Pelos era heavy, yo soy más rapero. Sólo necesito una chupa muy guay que he visto en ParqueSur. Son 120 euros.
–Estamos al límite para pagar la hipoteca y tú pensando en una chupa de marca. Acaba siquiera la ESO, que piden el graduado para cualquier cosa.
–¡Y me quedo sin chupa! En cuatro días con el Pelos me saco yo los 120. ¡Gooool! Menos mal, ya empatamos. ¡Vamos a ganar!
En ese momento llegó Rufino, el padre, muy cansado de la obra.
–Hijo, ¿cómo va el Atleti?
–Chungo, ha empatado el Kun, menos mal.
–Menos mal. Porque yo vengo muerto, ¿y tu madre?
–Por ahí, rayada.
Rufino se va a buscar a su mujer a la cocina.
–¡María! Me echan de la obra. Que la constructora no le paga al pistolero y que suspende la contrata.
–¿Y cómo vamos a pagar la banco la hipoteca?
–Mujer, algo encontraré. En la obra me estoy matando, ya no nos daban ni botas para currar agusto.¿Y tú?
–Yo hago lo que hago, más horas no puedo echar.
– ¿Y la chica, Eva, qué tal va?
–Sigue en la peluquería, pero la han cateado una.
–¿Y el chico?
–Nada, como siempre.
–Pues que se ponga a trabajar.
–Si es lo que él quiere. Pero ese no me va a soltar lo que gane para pagar al banco, como hace Eva. Ya está pensando en comprarse ropa. Pero tiene que sacar al ESO.
–Hombre, no va a trabajar y además darte a ti el dinero.
–Regáñale por lo menos, que ha vuelto a suspenderlo todo.
–Sí, me va a oír.
Y Rufino se vuelve al salón con una lata de cerveza en la mano.
–Hijo, ¿seguimos empatados?
–Y gracias. En defensa estamos fatal, Leo Franco nos está salvando de la goleada.



EL PRIMER PASEO
Rosa y adredista 0
No salía a la calle por lo menos desde las primeras borrascas del otoño, que este año fueron tempranas, además. Los olmos y los chopos perdieron su hoja en este tiempo y las lluvias han reverdecido el suelo del parque a pesar de la nieve. Mi primer paseo del invierno fue para acercarme hasta el metro de El Carrascal, el otro día. Los compañeros empujaban mi silla, como hace Iñaki desde la suya muchas veces, aquí dentro, por los pasillos. Íbamos a protestar porque el ascensor de acceso a la estación del metro estaba cerrado desde hace un mes. El sol había salido por fin esta mañana, después de las persistentes borrascas. Recibir sus rayos en mi cara y sentir el intenso placer de la paz en mis nervios fue todo uno. La luz no era fuerte, nunca lo es en invierno, pero yo prefería ir con los ojos cerrados. Esta luz nueva a través del la sangre de mis párpados fue el mejor regalo del paseo, mi sangre transparentando una luz roja. Los compañeros gritaban y ni siquiera las ocurrencias de sus gritos abrían mis párpados. Conozco bien sus voces, no necesitaba mirarlos para reír sus ocurrencias. Sentía el placer de la luz unido al placer de su compañía, estaba en la calle, en medio de la luz, y no estaba sola. Cuando volvimos a la residencia con nuestras sillas por medio de la calle, por donde pisa la libertad, cortando el tráfico en la avenida, no pude evitar cierta sensación de extrañeza. La calzada nunca fue camino para mi silla. Pero no abrí los ojos, yo estaba ansiosa de sol y el sol me estaba floreciendo. Reverdeciéndome, brotándome. Era hierba, era rosa, era acacia, era mujer en medio de la calle y en medio de vosotros. Fue un bonito paseo este primer paseo del año.

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