Sentada del 12 de marzo de 2009

ESCUCHAR
Peva
Escuchar es el verbo. Por el oído entra la lengua en nuestro cerebro y escuchando aprendemos a escribir los escritores. No hay como escuchar para escribir. Lo que ocurre es que pasa el tiempo y lo olvidas y cambias la escucha por la cháchara. Y ahí sí que yo tengo un problema. Porque no hay palabra mal dicha, sino mal interpretada. Esto es una gran verdad. Lo tengo comprobado, pues soy dueña de una voz muy original y no siempre bien traducida. ¿Qué ocurre? Que tú dijiste A y quien te escuchaba interpretó Ah, Ah. O sea, interpreta que te ha sorprendido su estupidez, y ya está el lío. Me ocurre con mucha frecuencia, pues mi voz no es precisamente una voz fácil, que se entiende a la primera. Ni siquiera los que me escuchan cada día me traducen sin vacilar. Mi voz es más bien espesa y nada cómoda de descifrar, cae en los tímpanos de mis oyentes como un rompecabezas. Quien me está escuchando tiene que cambiar sus esquemas de escucha y ponerse a trabajar. Para entender lo que digo tendrá que procesar poco a poco mis palabras en su cabeza, porque cuesta un rato entenderlas, de eso estoy segura, les pasa a todos. Primero, tendrá que descomponer mis palabras una por una, para luego reconstruir la frase con el sentido que yo la decía y no con otro. Estoy hablando de mi voz, pero ahora me doy cuenta que también podía estar dibujando el habla de José Luis Roldán. Lo mío no es tan extremo como lo suyo, la verdad, pero hay que poner mucha atención para no perdérselo. O sea, que mi oyente casi tendrá que adivinar lo que digo, que, lo repito, siempre suele ser muy interesante. Hablar conmigo es como hablar con un chino, aproximadamente. Por cierto, a mí un chino me entiende igual que cualquiera otra persona. Debe de ser que mi habla tiene algo de chino y a lo mejor es por eso que no me entendéis bien aquí cundo voy por el metro y así. Pues os digo que el futuro es chino y yo no estoy tan mal colocada. Vais a tener que estudiar más vosotros, y aprender a escuchar.



LA FUERZA DE LAS PALABRAS
Isabel
Una vez era yo una chica alta, rubia, los ojos verdes como una selva y muy delgada. Tenía el pelo muy largo y suave. Mi amante se demoraba acariciando mi melena tan espectacular y decía que allí estaba contenido el cielo y la tierra: en su caída ondulante estaban dibujados todas las olas de todos los mares, y en su brillo de seda, todos los astros y todos los amaneceres... y todos los sueños. Y yo seguía soñando. Pero cuando desperté, mi madre, al ver mi sonrisa complacida y feliz, me dijo:
­–¡Otra vez con tus chorradas! ¡Arregla tu jodida cama y prepara el desayuno de mierda! Nos espera una bonita jornada, dios mediante.
Dejé de ser rubia otra vez y me hice muy pequeña. Y sin novio.






ODA ANTISORIANA
Carmen



Entre los trigos y alfalfas
del Moncayo, divisoria,
entre el frío y mantequilla
se alza la rácana Soria.
Gentes a la japonesa,
currantes, trabajadoras,
que se hacen el haraquiri
con tal de ahorrar una gorda.
Por no gastarse cuatro euros
fabrican colchón y colcha;
si yo creo que aquel dicho,
eso de la bolsa sona,
ya lo decían abades
de la Virgen de Mirona
mucho antes que lo dijeran
burgueses en Badalona.
¡Ay!, pobrecita, mi tierra,
tan humilde y laboriosa,
siempre te echan lo peor
y no luchas ni de coña.
Allí fueron aparcados
presos de ETA,
la primera nuclear,
el centro de subnormales,
orfanatos, y a llorar.
¡Ay !, pobrecita, mi tierra,
despoblada y tontorrona,
todo lo peor aguantas
si, con tal, un euro aflora.
No hay música ni diversión,
sólo un pájaro en su rama,
¡cuánto mejor Alicante!,
de luminosa explanada,
que cada pueblo sostiene
una muy armoniosa banda.
Hay pueblos rancios, antiguos,
con riqueza maderera
que florecen y son ricos
y la juventud renuevan.
En cambio, en la parte sur,
ya no hay niños en la escuela.
En tiempos de maricastaña
se habló mucho de los ricos
del pueblo de Campo Gómara,
que yo creo que es un sitio
que lindan con La Rioja.
De allí es el Marichalar,
si no me falla memoria,
y, de ser cierto el asunto,
tendrá cubierta la corva
la que por un tiempo fue
su infanta Elena y esposa.
Tienen fama de entendidos
en negocios, y ladinos,
lo naturales de Soria,
que en Colombia tengo oído
que los más ricos de allá
son todos paisanos míos.
Pero a mí ya no me importa
que Numancia gane a Murcia
o que corra Abel Antón
o que cojee Fermín Cacho,
yo nunca volveré a Soria
si en Soria se come rancho
y falta la diversión.

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