Sentada del 5 de febrero de 2009

LA FAENA
Laura y adredista 1
En la gran ciudad, y aprovechando que no se conoce mucho la gente, Gabriela, que parecía una buenísima persona ante los ojos de los demás, le hizo la faena de su vida a su amiga de siempre, Alicia.
El caso fue que Alicia había solicitado un piso en la Cooperativa de la Vivienda del barrio. Los impresos de solicitud llegaron al piso que compartían las dos amigas y Gabriela los vio primero. Se los apropió y los rellenó sin escrúpulo alguno. El tiempo pasaba y Alicia, inocente, comentaba con su amiga: "Parece que tardan en llegarme los impresos de la cooperativa". A lo que Gabriela contestaba: “Ya sabes tú que las cosas de palacio van despacio”. Y así sucedió que, cuando quiso darse cuenta, se había cumplido el plazo. Alicia se sintió decepcionada por ello. Sin embargo, se consolaba a sí misma pensando que ya habría otra oportunidad. Y comentaba muchas veces con su gran amiga y compañera la mala suerte que había tenido por no estar atenta a las fechas.
La amistad siguió entre las dos, justo hasta el día en que Gabriela manifestó gran alegría por la noticia que había recibido: le habían adjudicado un piso en la Cooperativa de la Vivienda del barrio.
Cabrona. ¡Qué gran faena! Cabrona.









PALMITAS
Iñaki




Apoyo mi lágrima
sobre la mesa de la sabiduría
y, sobre mis hombros,
el peso de la vida
y, en mi cabeza,
la sonrisa de mi torpeza.

***


Ruido de fondo
que no escucho,
unas palabras vaciadas
por el tiempo,
unos besos que se dan
y nunca se devuelven,
palabras que se dijeron
o que no se dijeron,
al fin y al cabo,
algunas palabras y
algunos besos.
***


Con el corazón en palmitas
espero que tu caricia
se repita
y espero que tu beso
no sea mentira
y que esa palabra tuya
se repita.


RUISEÑOR
Rosa y adredista 0
Mariano siempre fue alto y muy moreno, así lo conocí yo. Se pasaba todas las semanas por la librería de mi padre para comprar libros de poesía, de Losada, de Austral, ediciones baratas de todos los clásicos, incluso ediciones de los poetas prohibidos, que mi padre le pasaba clandestinamente con mucho miedo, de Miguel Hernández sobre todo, pero también de Cernuda o de Vallejo o de Marcos Ana. Mariano me leía un poema cada vez que aparecía por allí, decía que lo escribía para mí. Se acercaba a la caja y, mientras yo le cobraba, él me lo leía, enfatizando mucho cada adjetivo, pero en voz baja para que no lo oyesen los demás clientes. Siempre eran poemas de lucha, muy exaltados. –Yo no escribo poemas de amor, son malos tiempos para la lírica, me decía. Se me quedaron grabados unos versos suyos que, me tendrá que perdonar Mariano, pero me partí de risa con ellos la primera vez que se los oí recitar y continúan haciéndome reír cada vez que los recuerdo. Juzgad vosotros: “Matarán al ruiseñor, pero no podrán acallar su canto”. Son para partirse, ¿o no?
El caso es que, de pronto, Mariano dejó de pasarse por la librería y yo lo echaba de menos. Pasó una semana, pasó otra, pasó otra más y un día pregunté a sus compañeros del Obispo Perelló por el paradero de Mariano. –Lo han detenido por recitar por ahí poemas revolucionarios, está en el penal de Ocaña. Me dio mucha pena por él y hasta le pedía a mi padre un día que me llevase a verlo. Pero mi padre tenía mucho miedo y nunca me llevó. Me dio pena por él, pero la poesía no se perdía mucho. Cada vez que me acuerdo de su ruiseñor muerto cantando, todavía suelto la carcajada.

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