Sentada del 29 de enero de 2009

LA CAJITA DE LÁPICES
Fonso
(Escrito para Nicolás)
Érase una vez un niño que estaba preparándose para ir a la escuela. Era tan pequeño que no llegaba bien al pupitre, y ponía libros en la sillita para estar un poco más alto. El niño tenía el cabello rubio y los ojitos azules. Como le gustaba mucho pintar, su mamá le regaló para su cumpleaños una caja de lápices de colores.
El niño sacó de la cajita, primero, el color amarillo. Y el lápiz amarillo, con unos mofletes muy amarillos, se puso a decir a los otros lápices de colores que él era el primero porque podía pintar los anillos de oro de los reyes y su corona, y las cadenas de oro de las reinas, y con soberbia se reía de los demás.
Sacó a continuación el color azul, que lloraba de rabia. Lo que pasa contigo, le decía al lápiz amarillo, es que te lo crees mucho, pero yo soy al menos tan valioso como tu, pues yo soy el que pinta los mares y los cielos. ¿Qué sería de este mundo sin mares y cielos? El lápiz azul estaba muy enfadado con el amarillo, que no paraba de reírse.
Y el niño sacó después el lápiz marrón, que dijo sin cortarse: Pues yo también valgo para algo. O, si no, que me diga a mí ese amarillo quién colorea los troncos de los árboles, o las castañas y bellota y, en el otoño, las hojas marchitas que se pudren en el suelo.
Y cuando fue a sacar el lápiz verde, también tenía algo que decir: ¿Qué sería de los campos cuando en primavera se visten de cereal y de hierba fresca para los animales? Nadie más que yo puede pintarlos.
El niño sacó entonces el lápiz rojo, que lo había oído todo, y dijo con su voz un poco ronca, apenas audible: ¿Que pasaría si yo no colorease la sangre o las rosas? Mi color es tan valioso como el tuyo, fanfarrón amarillo. Y pinto incluso los claveles.
Y el lápiz blanco también hablo, al salir de la caja: ¿Quién colorea la Navidad y los picos de las montañas cuando llega el frío en el invierno? Yo.
Pues faltaba el lápiz negro que, cuando el niño lo fue a sacar, gritó todavía: ¿Quién pinta el humo que avisa del fuego o quién pinta las grandes huras de las ratas y los grandes vacíos de la noche? ¿Quién?
El lápiz amarillo, que se lo tenía muy creído, tuvo que reconocer por fin que cada compañero de cajita tenía su importancia. Y el niño, muy sonriente, volvió a meter en la cajita con mucho cuidado sus lápices de colores. Había aprendido mucho con esta primera lección.



CUADERNO DE NOTAS
HeavyMetal
Tengo que hacer otro artículo sobre la muerte. El otro día, Andrés me pidió que lo repitiera.
¿Qué sería de la vida si no hubiese muerte? No tendría sentido vivir.
Escribir sobre la muerte no es fácil, aunque yo ya lo hice en este mismo cuaderno.
No creo en la muerte como catástrofe, aunque pienso que tenemos encima de Europa la amenaza de una tercera guerra mundial.
Efectivamente, en cualquier momento pueden empezar a caer aquí las bombas que enviamos a Irak.
Me encuentro muy a gusto escribiendo sobre la muerte. No creo que sea tan negra como la pintan los hombres. La muerte es otra rosa de mi jardín.
Había otra rosa muy bella, que se llamaba Lucifer. Ahora esa rosa no existe. Fue hace muchísimo tiempo atrás. Era el ángel predilecto de Dios. Es una historia preciosa, de rebeldía, que pasó en tiempos de Adán y Eva.
Qué lástima de las personas que ven la muerte a diario en Palestina.
Amo todo lo que me rodea, y la muerte me rodea: es mi credo, fue creada.
Me gustaría conocerte, muerte, lo mismo que me encanta conocer la vida. Pero no me tomes el pelo, por favor, que no eres tan fea o cruel como te pintan.
Es un privilegio poder hacer este manuscrito y hablar de la muerte tan profundamente. Cuánta vida tienen estos renglones torcidos, aunque el tema sea la muerte.
Siento alegría, incluso tratando un tema tan castrante.
Señores, por favor, comprendamos la muerte: puede ser, y lo es, más hermosa que la propia vida.
No te escondas de la muerte. Ella es muy inteligente y te buscará por todos los rincones, como antes te buscó la vida.
La Naturaleza creó la propia muerte, como todo lo que existe en el universo.
Todos sabemos que la vida es un juego, ¿por qué no lo va a ser la muerte?
En este manuscrito te has volcado, Gabriel, la muerte también es poesía.
No tengo muy claro qué hay después de la muerte, pero ya lo sabré.
Me pregunto muchas veces si, cuando me muera, también tendré que utilizar la silla de ruedas.
Y ahora me voy a la calle, que me gusta que me griten los que me ven en la silla: ¡Ole, tus huevos!
Yo con la silla soy un monstruo, igual que escribiendo.



UN SUEÑO QUE PERSISTE
Carmen
Cuando era pequeña soñaba con ser bailarina. Siempre me decían los que me asistían:
–Apoya bien los talones, que te vas a caer, que rompes los zapatos por la puntera y dejas nuevo lo demás –desde entonces, todo el mundo se cree con derecho a darme consejos.
–Yo voy a ser bailarina, para que me dejéis en paz y pueda caminar de punta –protestaba yo.
Y toda mi infancia me soñé bailando sobre mis punteras El lago de los cisnes.
Después, cuando me hice mayor y mis padres estaban ya bastante chungos, comencé a soñar que escribiría todo lo que sabía sobre los cojos como yo, paralíticos cerebrales, para ver si con el éxito de mi libro salvaba de la muerte a mis papis. Pero tampoco se hizo realidad mi sueño.
Ahora, lo único que deseo de verdad es pillar un buen bote de la primitiva para pasarme la vida en una piscina climatizada, eso sí, con energía solar. Todavía sueño con aprender a nadar sola. Tal vez lo mejor sea un balneario, que me ayude con estos malditos esguinces. Antes no me gustaban estos lares, pues me veía por siempre llena de chorros como otra madona Cibeles. Ahora, no me parecen tan mala idea.Pero a pesar de todos los fracasos, continúo dándole vueltas en mi cerebro a la idea de escribir lo que sé sobre estos tipos tan originales, los toros sentados con los que he compartido media vida, y publicar mis reflexiones a través de su majestad la emperatriz cósmica, gran señora, doña Internet, para que otras familias no cometan los mismos fallos que las nuestras cometieron cuando nos criaban, sobreprotegiéndonos algunas veces, pero destruyendo siempre con exactitud de alemán nuestra autoestima. Es un sueño que no doy por muerto todavía, por si a alguien le resultan de algún provecho mis reflexiones en Internet, puesto que ella lo domina todo hoy.

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