Sentada del 11 de diciembre de 2008

HOY HE TENIDO UN SUEÑO
Fonso
Se trata de lo siguiente. Yo era Billy Coy, el Rápido, un tipo con sombrero azul, de pelo corto, la nariz ancha, los ojos azules y cinco pies de estatura. Y de mi cintura colgaban dos revólveres. Lo mismo me dedicaba a matar indios que a matar hombres. Montaba, eso sí, un hermoso caballo blanco. Aquel día estaba en Longand City.Corría el año 1860, lo recuerdo bien porque la guerra comenzaría pronto. Longand City era por entonces una ciudad de pocos habitantes, abrasados por el sol de la mañana a la noche. El salón era un lujo. Y la oficina del Sheriff, el hazmerreír del pueblo.Ocupábamos la mesa redonda, a la derecha de la puerta de entrada, en el salón. Yo, con la espalda contra la pared, y él, frente a mí. Ese tipo acababa de llegar de Kansas City. Vestía completamente de negro y de su cintura colgaba un solo revólver, a la izquierda. Ojo con los zurdos, pensé. Soy Billy Coy y el póquer no tiene secretos para mí, siempre hay ases de sobra en la baraja si los sabes jugar.En un momento de la partida, el forastero de negro contó más ases de la cuenta en la mesa y me llamó tramposo, a mí, a Billy Coy. Menos mal que todo sucedió cuando ya el forastero lo había perdido todo y a los demás jugadores tampoco les sobraba gran cosa, que no me gusta perder el tiempo. Yo era el único que ganaba, estaba en racha.“¡A ver ese as que tienes en la manga!” Me dijo.Por supuesto, lo único que le enseñé fue la puerta. “Me parece que a tu jugada solo se responde con pistolas, y mejor te mato fuera, que no quiero que manches este hermoso salón”.Salimos a la calle y aún le di la oportunidad de contar diez pasos, espalda contra espalda. Él se volvió a los nueve. Pero yo me había vuelto a los ocho, que no me fío de los zurdos. Soy Billy Coy, el Rápido, y estoy obligado a ganar. Lo cierto es que allí, en la calle, el sol abrasaba al cadáver. Se estaba mejor en el salón.


OLVIDARON SU NOMBRE
Laura y adredista 1
En las estribaciones de los Pirineos vivía en una casa solitaria María Luisa, una mujer sencilla, de avanzada edad, pero con una gran fortaleza. Al quedarse viuda decidió vivir apegada a la tierra en la que había nacido. Su casa era acogedora, con paredes de gruesa piedra que la protegían del frío en los largos inviernos y del calor en los cortos veranos. Aunque pobre y sencilla, la casa estaba siempre limpia. Había sido construida hacía mucho tiempo por sus propios padres, junto a un camino y cerca de una pequeña fuente que siempre manaba, incluso en los días de hielo y nieve.
Por el camino pasaba poca gente. Pero la poca que pasaba solía necesitar comer algo caliente, y descansar. Mª. Luisa sólo necesitaba ver la cara de cansancio de la persona que llegaba para abrir su puerta con confianza. Nunca se arrepintió de dar cobijo al que llegaba. Y brindarle un poco de su tiempo, charlando con él. María Luisa también necesitaba hablar, y con la conversación del caminante se consideraba suficientemente pagada.
Ayudó a muchos, algunos de ellos sólo cansados, otros heridos o accidentados.
Un día sus hijos se la llevaron a la gran ciudad. Allí se negaba a salir de casa. El miedo que nunca tuvo en la soledad de la sierra se apoderó de ella con el bullicio de la ciudad. El miedo y la ciudad la fueron matando poco a poco.
En su montaña, con el paso de los años, los caminantes olvidaron su nombre. Sólo algunos, al pasar junto a una casa semiderruida, contaban: "Aquí vivió una gran señora que atendía al caminante sin pedir nada a cambio, salvo unas palabras".
Habían olvidado su nombre, pero no su bondad.








NO ENTIENDEN
A manos de Iñaki y adredista 0, en una tarde de lucidez y abrazos



Están a tu lado
pero no te ven,
los necesitas
pero no te ven,
quietos, como sombras sin luz,
respiran tu mismo oxígeno
y no te ven,
ninguno se asomará a tu silla,
no existes,
o tú o ellos no estáis aquí,
pero tú estás en tu silla
y ellos en su rincón,
no os encontráis
más que de espaldas,
al otro lado del corazón,
fuera de tu mundo circular
que es este mundo,
con mi silla ocupo la realidad,
su presencia ocupa las sombras,
ocupan las esquinas en sombra
de tu círculo,
son las sombras,
sus ojos son las sombras.

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