El metro del miedo

José Luis
Tenía que ir a Madrid y le pedí a Pedro, un amigo, que me acompañase. Iríamos en metro, que pasa cerca de la residencia. Llegamos a la estación de El Carrascal y esperamos unos minutos. Por fin llegó el tren, envuelto en una corriente de aire más fría de lo habitual. Subimos y al punto el convoy reinició la marcha y se metió en el túnel. Había pasado media hora y todavía no habíamos pasado por ninguna estación. La gente comenzaba a ponerse nerviosa y se preguntaba qué estaría pasando. Sólo se veía la luz del vagón reflejada en la pared del túnel, al paso. Un niño comenzó a llorar y su madre se quejaba: "Pero cómo no va a llorar mi niño, si no llegamos a ninguna parte". Un hombre mayor que estaba al lado de ella comenzó a dar golpes en el cristal de la ventana. Yo también me estaba poniendo nervioso y, como llevaba el pañal puesto, me meé encima. Una pareja de jóvenes, sin embargo, seguían a lo suyo, dándose el lote. A lo mejor su inconsciencia era más adecuada que nuestra preocupación, pensé. El tiempo pasaba y no llegábamos a parte alguna. Ellos dos al menos sí aprovechaban el viaje. De pronto, el tren se llenó de luz, como si hubiésemos entrado en una estación por fin. Pero no, vimos muchas cajas de muertos con su cadáver respectivo a lo largo de un andén. Muchos vampiros sobrevolaban el lugar, lógicamente. Pude distinguir claramente a dos personas, una iba vestida de negro y tenía los dientes también negros y las comisuras llenas de sangre. El otro iba vestido de blanco y no disimilaba, se parecía a un ángel. En realidad, no disimulaban ninguno de los dos, porque el de negro era malo como un demonio y los mordía a los muertos. Cuando llegamos nosotros al lugar, este tipo comenzó a asustar a los viajeros, provocando ataques de pánico y desmayos. El hombre de blanco no esperó a más y comenzó a pelear contra él. Era una lucha a muerte, espectacular, cinematográfica. Cuando el malo se vio perdido, cogió a varias personas como escudo y quiso morderlas para reponer fuerzas, pues desfallecía por momentos. El ángel bueno no le dio tregua y consiguió rendirlo. Entonces fue cuando se hizo cargo del malo la policía, cuando el combate ya estaba resuelto. Y el tren se puso en marcha de nuevo y pronto llegamos a la siguiente estación.

No hay comentarios: