Tiempo II

Peva
Había llegado a dos conclusiones, en el capitulo anterior sobre este tema del Tiempo, una, que el tiempo es tan objetivo y tan subjetivo como el individuo que lo mide, o sea, que la física va de culo si monta todo su edificio logicomatemático sobre esta magnitud, y dos, que para que no se nos escape el tiempo hay que hacer lo que interesa deprisadeprisa, o sea, sin perder ni un minuto, para no tener que dar la razón a mamá cuando decía aquello de “¡hija, no me da tiempo a nada¡” Pues bien, quiero subrayar ahora, y si me contradigo no importa, ya me lo agradeceréis, que hay dos o tres cosillas que se requiere hacerlas despacio, como si la vida se detuviera en ese momento, como si el tiempo no existiera o fuese algo irreal, que digo yo si no lo será, como si el instante fuese algo fantástico y único, algo irrepetible. Estoy hablando, por ejemplo, de hacer el amor, de follar. Hay que hacerlo sin prisa pero también sin pausa, concentrada, dándote cuenta de que puede ser tu último polvete. Tienes que concentrarte en lo que estás haciendo, porque es un trabajo que no es trabajo, es un esfuerzo que hay que llevar a cabo con todos los sentidos de tu cuerpo bien despiertos ¡o sea, a ser posible, de mi cuerpo! Son esfuerzos que te dan la vida, porque al fin y al cabo ¿qué es un polvo? Un polvo es la vida. Y, además, una vida que se comparte en la cama, o allí donde te pille, que la geografía del ayuntamiento carnal es global, como la crisis actual, que compartes con tu pareja, quiero decir, aun si tu chico es una especie de bestezuela. Pero hasta aquí parece que se estaba portando el niño y, claro, hay que dejarlo que termine, que lo intente tanto como sepa y pueda, hasta que consiga hacerte feliz. Después ya discutiremos lo del cepillo de dientes. Porque, eso sí, que ni se le ocurra dejarlo en la repisa de mi lavabo, eso sí que no, ¡estaría bueno¡ Ya puede estar contento si, al acabar la faena, le permito echarse un pitillo, lo cual es ya un regalo, dado que mi menda no fuma, que lo mas normal sería que tuviéramos algún tipo de comunicación mas gratificante, como por ejemplo una charleta para conocernos mejor, que ya sé que yo hablo mucho, pero sólo cuando estoy acompañada, que no es sino muy pocas veces, y también a mí habrá que comprenderme. En fin, que hacer el amor esta la mar de bien, pero también hay algo más, y tan fundamental, y es ello la comunicación verbal, que surge de otro órgano sexual importantísimo en el cuerpo humano, que se llama cerebro. El cerebro es la parte más brillante y hermosa de mi naturaleza, o sea, de mi cuerpo, y por este motivo me gusta que intervenga activamente en cualquier vivencia mía, ya sea buena o mala. Y si es en un polvo, pues miel sobre torrijas. En este caso, hasta le daría un sobresaliente al niño, pero que no se lo crea, porque el cepillo de dientes no se queda en la intimidad de mi repisa por mucho que me hable después, o me deje hablar. Porque yo también me lo he pasado de película, pero las películas buenas se acaban, como todas. Y, además, para qué ir siempre a la misma peli si hay estrenos cada viernes y, a veces, buenísimos. Porque luego está lo otro, que a estas alturas de mi vida, una ya no se conforma con el primero que llega. En fin, contradicciones, el tiempo es lo que tiene, que tienes que follar, pero también tienes que hablar, y las dos cosas muy despacito, y para todo no da. Además, está el puto cepillo de dientes, que puede ser una amargura en la vida de la pareja, y es la gran incógnita, como los pedos, el circulo mágico. Por si no había quedado claro, hablaba de sexo, no de amor, que, ya lo digo yo, amor es una palabra de cuatro letras, dos consonantes, dos vocales y dos idiotas.

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