Ruiseñor

Rosa y adredista 0
Mariano siempre fue alto y muy moreno, así lo conocí yo. Se pasaba todas las semanas por la librería de mi padre para comprar libros de poesía, de Losada, de Austral, ediciones baratas de todos los clásicos, incluso ediciones de los poetas prohibidos, que mi padre le pasaba clandestinamente con mucho miedo, de Miguel Hernández sobre todo, pero también de Cernuda o de Vallejo o de Marcos Ana. Mariano me leía un poema cada vez que aparecía por allí, decía que lo escribía para mí. Se acercaba a la caja y, mientras yo le cobraba, él me lo leía, enfatizando mucho cada adjetivo, pero en voz baja para que no lo oyesen los demás clientes. Siempre eran poemas de lucha, muy exaltados. –Yo no escribo poemas de amor, son malos tiempos para la lírica, me decía. Se me quedaron grabados unos versos suyos que, me tendrá que perdonar Mariano, pero me partí de risa con ellos la primera vez que se los oí recitar y continúan haciéndome reír cada vez que los recuerdo. Juzgad vosotros: “Matarán al ruiseñor, pero no podrán acallar su canto”. Son para partirse, ¿o no?
El caso es que, de pronto, Mariano dejó de pasarse por la librería y yo lo echaba de menos. Pasó una semana, pasó otra, pasó otra más y un día pregunté a sus compañeros del Obispo Perelló por el paradero de Mariano. –Lo han detenido por recitar por ahí poemas revolucionarios, está en el penal de Ocaña. Me dio mucha pena por él y hasta le pedía a mi padre un día que me llevase a verlo. Pero mi padre tenía mucho miedo y nunca me llevó. Me dio pena por él, pero la poesía no se perdía mucho. Cada vez que me acuerdo de su ruiseñor muerto cantando, todavía suelto la carcajada.

No hay comentarios: