El primer paseo

Rosa y adredista 0
No salía a la calle por lo menos desde las primeras borrascas del otoño, que este año fueron tempranas, además. Los olmos y los chopos perdieron su hoja en este tiempo y las lluvias han reverdecido el suelo del parque a pesar de la nieve. Mi primer paseo del invierno fue para acercarme hasta el metro de El Carrascal, el otro día. Los compañeros empujaban mi silla, como hace Iñaki desde la suya muchas veces, aquí dentro, por los pasillos. Íbamos a protestar porque el ascensor de acceso a la estación del metro estaba cerrado desde hace un mes. El sol había salido por fin esta mañana, después de las persistentes borrascas. Recibir sus rayos en mi cara y sentir el intenso placer de la paz en mis nervios fue todo uno. La luz no era fuerte, nunca lo es en invierno, pero yo prefería ir con los ojos cerrados. Esta luz nueva a través del la sangre de mis párpados fue el mejor regalo del paseo, mi sangre transparentando una luz roja. Los compañeros gritaban y ni siquiera las ocurrencias de sus gritos abrían mis párpados. Conozco bien sus voces, no necesitaba mirarlos para reír sus ocurrencias. Sentía el placer de la luz unido al placer de su compañía, estaba en la calle, en medio de la luz, y no estaba sola. Cuando volvimos a la residencia con nuestras sillas por medio de la calle, por donde pisa la libertad, cortando el tráfico en la avenida, no pude evitar cierta sensación de extrañeza. La calzada nunca fue camino para mi silla. Pero no abrí los ojos, yo estaba ansiosa de sol y el sol me estaba floreciendo. Reverdeciéndome, brotándome. Era hierba, era rosa, era acacia, era mujer en medio de la calle y en medio de vosotros. Fue un bonito paseo este primer paseo del año.

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