Culitos

Peva
En junio, muy al principio, cuando todavía el calor no se ha metido en mis huesos hasta atocinarme, me voy algunas tardes a darme una vuelta por el foro. Vivo en un pueblo muy cañero, Leganés, que aquí hasta los alcaldes lo dejan llegado el caso. Pero Madrid en primavera es una ciudad muy hermosa y sus rincones me atraen como el café con leche, esos maravillosos rincones tan bulliciosos y llenos de vida que te adsorben en su seno y te gritan ¡vive todo lo que puedas! Sus calles te acogen y te animan a hacer hoy lo que tal vez mañana ya no puedas hacer. La verdad, Madrid en primavera esta que se sale. Sus terrazas, sobre todo, parece que te llaman, invitándote a beberlo todo, no importa lo que sea. Lo que vale es sentarte en la mesa –en realidad, yo circulo con la silla incorporada, ya sabéis– y desde esta situación de privilegio ver la vida pasar. Ahí sentada, en estas terrazas, es cuando sientes que el verano te acaricia con su brisa para que no te agobies. Y te sientes tan bien que la vida te parece mas bella, mas fácil, una hermosura. Las penas se van diluyendo lo mismo que el hielo en tu vaso. Y sufres la mas maravillosa transformación que ninguna imaginación pueda dibujar. En esos momentos es cuando te das cuenta que la vida es un suspiro cargado de aromas. Y te pones a olerlas todas, pero con tanta intensidad y tan profundamente te penetran que mi cabeza se merea de tanto placer... Y pasan los niños patanegra con sus culitos respingones y pizpiretos, que da gusto mirar. Sólo en las terrazas de verano se ven los auténticos culitos patanegra, que los marranos que se revuelcan por esas camas de dios son otra cosa, auténticos se ven pocos... Pues, aunque parezca mentira, yo cuando me siento a mirar en una terraza suelo ser casi feliz...

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