Con tinta-sangre del corazón






Laura y adredista 6



Querida Laura,

Te escribo, ahora que todo es irremediable, pues sé que sientes que te engañé de forma deliberada. Me avergüenza pensar que te prometí algo —sin decir una palabra— que no podía darte.
Me justificaba pensando que no sólo yo por mi caso particular, sino medio mundo, ha callado siempre con respecto a la no tragedia de la decadencia masculina.
Mi accidente (dicen que fue una enfermedad, pero yo prefiero imaginarme en medio de osadías para deslumbrarte) me hizo anciano de la cintura para abajo, pero todavía mi mente y mi estómago te buscan como chiquillos. ¿Te gustará oír que también mi corazón?
Preferí no pensar que, como todos los hombres a los que se les pegan los momentos con los años (aunque no hubiera habido otra cosa) tampoco haría ya cabriolas como las que nos permitieron reír de cuanta cosa. Me decía que bastaría el brillo de tus ojos, el sonido de tu risa, la música, o las puestas de sol.
Será la cursilería, pero nada soy sin ti.

Te quiere siempre

Plutarco


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