Aquí estoy

Mercedes
Soy la nueva en esta residencia, acabo de aterrizar. Mi habitación está fenomenal, no tengo que compartirla con nadie, es para mí sola. Es bastante grande, con una bonita terraza con vistas a la calle, que es un parque. Tiene un ventanal enorme por el que entra mucha luz. Por la mañana se mete un sol que llega hasta la mesa. La cama eléctrica sube y baja y cambia de posición a voluntad. El armario, desde el techo hasta el suelo, es muy hermoso y cabe un montón de ropa y de cosas. También hay un cuarto de baño adaptado, tiene de todo, plato de ducha, silla de baño. Tampoco es pequeño. Pero lo que más me gusta de la habitación es que no tengo que compartirla con nadie. Si tuviera que compartirla con otra persona ya no sería igual para nada, así tengo más libertad. Ya tengo varios cuadros, pero todavía no la tengo decorada como a mí me gustaría. Bueno, poco a poco. Una vez que esté como a mí me gusta, ya me parecerá más acogedora, como la habitación de una casa. ¡Hombre!, una residencia no es igual que tu casa, el personal está muy trabajado y aquí el trato es más frío. Los trabajadores, ellos te tratan lo mejor posible, hacen su trabajado como saben, pero no con el mismo cariño que tu familia, pero yo lo he aceptado lo mejor que sé. Con las personas que están en la residencia trabajando me llevo bastante bien, no he tenido una sola bronca por el momento.
Con mis compañeros, sin embargo, con unos estoy mejor que con otros, porque con algunos es imposible la convivencia. Con la mayoría me llevo muy bien, pero hay algunos que no, no puedo con ellos. Una tarde, en la clase de informática tuve un pequeño altercado con una alumna. El profesor me estaba explicando como lo tenía que hacer, sobre el escrito que yo estaba escribiendo, y entonces fue cuando María, como siempre, ella que no se calla nunca, tuvo que dar su opinión, que si se hacía así o asá. Yo le dije que se estuviera tranquila, que no necesitábamos su opinión. En realidad, le pregunté, muy borde, que si estaba hablando con ella. En mi descargo, sólo puedo decir que ese mismo día en la mañana, en el taller de escritura, salió el tema de la dignidad, y estuvimos hablando de cómo tenemos la obligación de defender nuestra dignidad. Entonces debe de haber sido que yo respondí como quien defiende su dignidad cuando alguien, o sea, María, que tiene ese defecto, se quería poner por encima de una. Fue por lo que le paré los pies, tuvo que ser eso. Otra tarde, ella me explicó que nada más me quería ayudar. Yo la pedí perdón y ya somos tan amigas las dos como antes. Pero no, ¡ja, ja, ja!, entre nosotras dos y en nuestros corazones nada va a poder ser como siempre, porque en nuestras miradas hay una inmensa frialdad. ¿En el futuro, volverá a ser todo lo mismo que antes, o no? En fin, soy la nueva y aquí estoy, aprendiendo a sobrevivir.

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